La pasión es eso que nos motiva a hacer algo, y a hacer que pase. Es la fuerza que nos une al presente y nos empuja a seguir adelante. A mirar al frente pase lo que pase. Es la prueba de que los imposibles no existen y de que merece la pena luchar por aquello que nos hace vibrar. Y es que nada nos pone la piel de gallina y nos recarga tanto las pilas como hacer aquello que nos apasiona.
Pasión es también sinónimo de felicidad y de éxito. Ejemplo de ello son Agnes de Mille, Thomas Alva Edison, David Zayas, Walt Disney, Oprah Winfrey, Penélope Cruz… No es casualidad que las personas que se aferran a lo que aman tarde o temprano alcancen el éxito. ¿Por qué? Porque disfrutan de cada paso, de cada pequeño detalle. Porque no importa cuántas piedras encuentren en el camino, siempre habrá un motivo para saltarlas.
Pero esto no es algo de ahora y de algunas personas. La filosofía del placer es la más primitiva de todas. Cualquier persona que haya tenido la oportunidad de ver a un niño aprender a andar, sabe de lo que hablo. Cada paso es un motivo de felicidad, un chute de energía que le impulsa a seguir haciéndolo. Porque a pesar de todas las caídas, el simple placer de caminar le hace levantarse y seguir caminando.
Y es que la pasión es la mejor herramienta educativa que podemos encontrar. Nada nos enseña más que una experiencia vivida, de esas que permanecen en nuestra memoria cargadas de emociones. Nuestra mente se convierte en un libro abierto, esperando ser completado de mil y una aventuras de las que podamos extraer la mejor de las moralejas. Un libro en el que cada página es un paso hacia la felicidad, una oportunidad para aprender y disfrutar del momento. Una historia en la que no importa cuánto falte para el final, sino la manera en la que disfrutas de cada instante.