Cuando se trata de los niños, siempre nos parece que son demasiado pequeños para hacer las cosas por ellos mismos, sin nuestra ayuda o presencia. Falta confianza en los niños. Muestra de ello son las frases que continuamente utilizamos cuando nos dirigimos a ellos: «ya te ayudo yo», «te vas a caer», «no toques eso»… Sin embargo, ellos reclaman autonomía cada día: «No, yo solo». Y es que no hay nada que tenga más valor que el hecho de conseguir algo por uno mismo. Qué sensación, ¿verdad?
Confiad en los niños. Como decía el pedagogo John Holt: «Nada podría ser más fácil ni más difícil». Qué difícil es confiar cuando la mayoría de nosotros fuimos educados como niños en los que no se podía confiar. Cuando ser niño era sinónimo de ser dependiente.
Pero echemos un momento la vista atrás. ¿Cuántas veces hemos querido que nuestros adultos de referencia (padres, hermanos mayores, abuelos…) confiaran en nosotros, en que podíamos ser capaces de hacer algo por nosotros mismos? Éramos pequeños, pero sabíamos cuándo necesitábamos ayuda y cuándo no. Y aunque no lo supiéramos, simplemente queríamos intentarlo y que nos dejaran equivocarnos y aprender de nuestros errores.
Hay un cuento de Eloy Moreno (El niño que pudo hacerlo) en el que se pone de relieve de lo que es capaz un niño cuando no tiene a nadie que le diga que no puede hacerlo. Y es que somos nosotros, los adultos, los que creamos barreras invisibles que impiden a los niños probarse a sí mismos. Nuestro papel es apoyarlos, estar ahí por si nos necesitan y animarlos a seguir intentándolo. Confiemos en nuestros niños. Confiemos en que ellos van a actuar de una manera que va a ser buena para ellos. Porque si les dejamos hacerlo, ellos sabrán lo que necesitan.
Recordad: Gran parte de lo que somos como adultos se lo debemos a lo que fuimos como niños.