¿Cuántos talentos hemos matado en la escuela? Este es el título del artículo de El blog de Salvaroj que me ha inspirado a escribir estas líneas. Y lo cierto es que también es algo que me he cuestionado en varias ocasiones.
Seguro que todos conocemos a alguien que se dedica a algo que no le apasiona. A alguien que tiene un talento sin aprovechar, del que ni siquiera es consciente. Es más, ¿cuántas personas han llegado a la edad adulta creyendo que no valen para nada, que su destino es simplemente trabajar en lo que sea y limitarse a tener una vida que no les hace del todo feliz? Desgraciadamente es algo muy común, especialmente en generaciones anteriores. Bastante tenían con conseguir que no faltara comida en la mesa. Como para permitirse «el lujo» de perseguir sus sueños, si es que sabían cuáles eran…
Pero ahora, ¿cuál es la excusa? Los niños de hoy tienen todas las oportunidades a su alcance y no se las estamos ofreciendo. Estamos desperdiciando sin piedad extraordinarias capacidades destinándolas al olvido. Ken Robinson, en una de sus ponencias, explica cómo la jerarquía de materias presente en (prácticamente) todos los sistemas educativos hace que el niño, según va creciendo, se vaya desarrollando progresivamente de la cintura hacia arriba, terminando por centrarse en un lado de la cabeza (el izquierdo, cómo no).
Como consecuencia, todos aquellos niños que no destaquen en una de las asignaturas «favoritas» del sistema educativo, tal y como se plantean, tendrán más dificultades para descubrir su verdadero talento, aquello que les gusta y se les da bien. Y más aún para llevarlo a flote. Puede que consigan hacerlo, pero en la mayoría de los casos no habrá sido gracias a la escuela. Y todavía nos preguntamos por qué los adolescentes terminan su etapa educativa sin saber qué quieren ser en la vida…