Durante nuestro paso por el Sistema Educativo, todos hemos experimentado esa sensación de desinterés por lo que nos preguntaban o enseñaban y nos hemos preguntado para qué sirve. Y ahora, son muchos los padres, abuelos, tíos, que a la hora de ayudar a los niños con sus deberes, se dan cuenta de que no recuerdan nada, que no pueden ayudarlos porque no se acuerdan. ¿Qué es entonces lo que han estado haciendo durante tantos años en la escuela? Y lo más importante, ¿para qué?
Nos pasamos años memorizando contenidos, y la mayoría de veces sin comprenderlo o quererlo. Sólo nos acordamos de aquello que significó algo para nosotros, que nos gustaba o interesaba. ¿Por qué? Porque había una emoción detrás, y lo aprendíamos de manera activa. Éramos nosotros los que estábamos construyendo ese aprendizaje, y lo guardamos en nuestra memoria como una vivencia.
Desde pequeños, nuestra fuente de información es la experimentación. Aprendemos a base de experiencias, de aciertos y de errores. Sin embargo, hoy en día no dejamos a los niños equivocarse. ¿Cómo hemos aprendido a andar en bici? ¿Alguien nos explicó con un libro la teoría? No, probamos, y probamos. Y es algo que ya nunca se olvida.
Todos nacemos para aprender, no podemos dejar de hacerlo. Somos curiosos por naturaleza. Sin embargo, cuando nos obligan a aprender algo que no queremos o a lo que no le vemos un sentido, nuestro interés desaparece, y por ende, la repercusión que tiene ese aprendizaje en nosotros es prácticamente nula. Porque el ser humano aprende por y para algo.
¿Cuántas veces hemos dicho o escuchado decir que una vez empezáramos la Universidad, la cosa iba a cambiar porque estaríamos estudiando lo que nos gusta? ¿Y antes? ¿Qué sentido tiene pasar 15 años de nuestra vida sin ilusión, sin ganas de aprender? Todavía nos cuesta ver que las necesidades han cambiado, y que cada persona aprende de manera diferente. Sin embargo, todos tenemos algo en común, y es que cuando interviene el deseo por aprender, lo vivimos y aprendemos de manera significativa. Y eso, nunca se olvida.
La cuestión no es tanto para qué sirve, sino que ahora no sirve.
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